Estrategía transformadora de género

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Revisión del 05:00 26 jun 2019

Las estrategias transformadoras de género requieren cambios en las relaciones de poder entre las mujeres y los hombres, los encargados de tomar las de cisiones y las poblaciones locales que participan en la formulación de políticas y programas. (OPS/OMS, Gender Mainstreaming for healt managers: A practical approach, s.f.). El punto de partida es la integración de género como un eje prioritario (además de interculturalidad), esto implica que, estará presente en todo momento, de manera integrada en el abordaje de los temas y sobre todo de manera implícita en las actitudes y relaciones que se establecen. El objetivo es implementar programas, proyectos y políticas sensibles a la dimensión de género y en último término, transformadores de género; que promuevan el cambio en las normas y costumbres que son perjudiciales.

Aspectos metodológicos[editar | editar código]

Las acciones concretas para integrar el enfoque de género incluyen:

Aspectos metodológicos-01.png

Utilizar lenguaje e imágenes inclusivas, en el caso del lenguaje, basarse en lineamientos de la Real Academia de la Lengua Española. En el caso de imágenes, cuidar que sean inclusivas y que motiven a la convivencia igualitaria y promuevan la equidad de género.

Incluir indicadores específicos que permitan monitorear y evaluar las acciones estratégicas realizadas en temática de género y comprendiendo los roles que desempeñan las personas en la sociedad. Estos tienen que contar con la orientación estratégica de lograr la comunicación y relacionamiento asertivo que promueva el bienestar de la juventud y de las mujeres, así como el desarrollo sostenible de sus comunidades.

Garantizar que la información generada con la intervención del proyecto se encuentre desagregada por sexo e incluya datos relacionados a los indicadores específicos de género y al sistema de evaluación y monitoreo del proyecto. Además, debe incluir variables relacionadas con situaciones que determinan la igualdad en derechos y la equidad de género.

Acciones estratégicas[editar | editar código]

Las acciones estratégicas se plantean en consideración a los factores determinantes de vulnerabilidad, desigualdad y exclusión e incluyen:

Promoción de los derechos humanos
Los derechos iguales e inalienables de todos los seres humanos establecen las bases para la libertad, la justicia y la paz en el mundo, según la Declaración Universal de Derechos Humanos, adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1948. En tal sentido, el Programa de Acción de la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo (CIPD) se fundamenta en el logro de la igualdad y la dignidad de todos.

Las acciones enfocadas a la promoción de los derechos humanos se centran en los grupos de población que son objeto de una mayor marginación, exclusión y discriminación. Por ello se requiere partir de un análisis de las normas de género, de las diferentes formas de discriminación y de los desequilibrios de poder a fin de garantizar que las intervenciones lleguen a los segmentos más marginados de la población [1].

Algunos elementos que se deben considerar para la promoción de los derechos humanos:

  • Los programas y proyectos ven en el pleno ejercicio de los derechos humanos el fin último del desarrollo.
  • Las personas son consideradas agentes principales de su propio desarrollo, en lugar de receptores pasivos de productos y servicios.
  • La participación es un medio y un objetivo.
  • Tanto los resultados como los procesos son supervisados y evaluados.
  • Los programas se centran en grupos de la población marginados y excluidos.
  • El proceso de desarrollo es de titularidad local.
  • Los programas tienen como objetivo reducir las desigualdades y empoderar a quienes se han quedado atrás.
  • El análisis de situación se utiliza para identificar las causas inmediatas, subyacentes y fundamentales de los problemas de desarrollo y se incluye a todos los grupos de interés.
  • Se promueve el desarrollo y el mantenimiento de alianzas estratégicas.

Educación integral en sexualidad
Un desarrollo social sostenible implica, además de un enfoque de derechos, una mirada desde las perspectivas de género, de interculturalidad, de diversidad –en su sentido más amplio–, así como tener en cuenta los encuentros y desencuentros desde un punto de vista generacional.

Tal y como lo afirma el Grupo de Trabajo de Alto Nivel para la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo (CIPD): “La salud y los derechos sexuales y reproductivos, el empoderamiento de las mujeres y la igualdad de género, así como los derechos y el empoderamiento de adolescentes y jóvenes deben estar situados como elementos centrales del desarrollo sostenible. Estos son fines trascendentales en sí mismos, obligaciones a cumplir por el Estado y claves para lograr la erradicación de la pobreza, la justicia social y la equidad, así como los objetivos en materia educativa, sanitaria, económica y de desarrollo humano”[2].

Desde una perspectiva global, si se desea contribuir al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio y generar un cambio social sostenible, existen dos elementos que son cruciales; por un lado, se deben desarrollar y fortalecer competencias de pensa miento crítico y autónomo ligadas a la creatividad y a la acción participativa, y por el otro, se debe garantizar que las y los jóvenes disfruten de una buena salud, en especial de la salud sexual y reproductiva. Esto incidirá en aspectos sociales y económicos, ya que una buena salud reducirá el gasto familiar, comunitario y gubernamental relacionado con los problemas que la falta o inadecuada atención de ellos conlleva[2].

La promoción de la salud ya sea sexual, reproductiva o ambas, es uno de los aspectos clave del bienestar y debe estar sostenida por el acceso a una educación integral de la sexualidad, seguido por el acceso a servicios para la atención de la salud y por un acceso y recursos fortalecidos para la toma de decisiones responsables.

El derecho al acceso a la información es especialmente relevante en el ámbito de la salud y específicamente en el área de la sexualidad y/o la reproducción. Ello contribuye a que las personas estén en condiciones de tomar decisiones libres y fundamentadas respecto a los aspectos íntimos de su personalidad.

El acceso a la información en materia sexual y reproductiva involucra una serie de derechos como el derecho a la libertad de expresión, a la integridad personal, a la protección a la familia, a la vida privada y a vivir libres de violencia y discriminación. Esto implica una obligación para los Estados, ya que deben asegurar estos derechos para todas las personas tomando en cuenta el idioma, la cultura, la accesibilidad y otros elementos que puedan actuar como barreras de acceso. A continuación, se enlistan una serie de recomendaciones para la integración temática de educación en sexualidad.

Tabla No. 2[3] Acciones recomendadas para el desarrollo de programas de educación integral en sexualidad
Recomendaciones Acciones
Respetar, proteger y hacer cumplir los derechos sexuales y reproductivos
  • Impulsar campañas de educación pública y movilización comunitaria.
  • Impulsar la elaboración y cumplimiento de leyes y políticas para que se respeten y protejan los derechos humanos.
Lograr el acceso a la educación integral en sexualidad de calidad
  • Eliminar las barreras de acceso a todos los servicios de salud y educación.
  • Tener acceso a información y servicios relacionados con la salud sexual y reproductiva.
  • Cumplir los derechos humanos y de los estándares éticos.
  • Cumplir el acuerdo “Prevenir con Educación”.• Eliminar las barreras de acceso a todos los servicios de salud y educación.
  • Tener acceso a información y servicios relacionados con la salud sexual y reproductiva.
  • Cumplir los derechos humanos y de los estándares éticos.
  • Cumplir el acuerdo “Prevenir con Educación”.
Lograr que los jóvenes tengan acceso universal a la educación integral en sexualidad impartida dentro y fuera de la escuela
  • Adoptar una definición de educación integral en sexualidad.
  • Establecer estándares para la realización de programas de educación integral en sexualidad, dentro y fuera de la escuela.
  • Impulsar la elaboración e implementación de programas para la educación integral en sexualidad.
Eliminar la violencia contra las mujeres y las niñas, velar por el acceso universal a los servicios fundamentales para todas las víctimas y sobrevivientes
  • Garantizar la identificación y acceso inmediato a servicios de atención.
  • Integrar sistemática de las respuestas a la violencia por motivo de género en todos los programas y servicios de educación y salud.
  • Revisar leyes, fortalecimiento legislativo y de los sistemas para poner fin a la impunidad.
  • Establecer un marco para la rendición de cuentas, políticas programáticas y financieras sobre los compromisos asumidos por el Estado.


La educación integral en sexualidad es parte de la educación básica o “educación fundamental”, bajo el entendido de que va más allá de la adquisición de conocimientos ya que proporciona competencias y habilidades para la vida. La importancia de las competencias para la vida radica en que la sociedad se encuentra en constante cambio e innovación. Por tal razón la educación integral en sexualidad debe enfocarse al logro de competencias. El enfoque basado en competencias vincula los saberes a las prácticas sociales, a la resolución de situaciones complejas, al abordaje de los problemas cotidianos y a la elaboración de proyectos de vida.

El concepto de competencias también nos remite a una noción amplia de la calidad de la educación, más allá de las habilidades cognitivas en lengua, matemática o ciencia. Se refiere así a la adquisición de destrezas para la vida social y ciudadana; a la modernización del currículo (contenidos de aprendizaje, metodología, sistemas de evaluación, materiales didácticos, entre otros); a una formación más eficaz de los docentes; a una mejor organización de instituciones escolares y a la gestión de sus directores.

La educación integral en sexualidad cumple con los cuatro pilares de la educación presentados en el Informe Delors (1996): aprender a conocer, aprender a hacer, aprender a vivir juntos y aprender a ser y favorecer los saberes de la educación identificados por Morin: una educación que cure la ceguera del conocimiento, una educación que garantice el conocimiento pertinente, enseñar la condición humana, enfrentar las incertidumbres, enseñar la comprensión y la ética del género humano, convirtiéndose en una competencia[4].

La sexualidad es parte natural e integral de la vida de las personas (en sus diferentes etapas o edades y en toda su diversidad), contribuye al desarrollo de su identidad y al desarrollo social. Por ello, se trata de fortalecer capacidades en forma interdisciplinaria y de manera progresiva para que las personas actúen de forma responsable respecto a ellas mismas y con los demás.


La educación en sexualidad está íntimamente relacionada con la comprensión, la reflexión y el discernimiento, fortalece las bases para el aprendizaje a lo largo de la vida, preparando a los jóvenes para la vida adulta. Por ello, se centra en alcanzar un bienestar humano sostenible, orientada al desarrollo pleno de cada individuo, de sus familias y de sus comunidades.

La estrategia regional para la educación integral en sexualidad, comunicada en el marco de trabajo de la mesa nacional por la educación integral en sexualidad -Meneis-, incluye el abordaje de los siguientes temas:

  1. Red-en-Derechos, 2010.
  2. 2,0 2,1 UNESCO, 2014.
  3. A Adaptado de: grupo de trabajo de alto nivel para el CIPD, Derechos, dignidad y salud para todos. Prioridades para la agenda de desarrollo 2015. Disponible en www.icpdtaskforce.org/pdf/Post-2015-Devwlopment-Agenda/SPYSumary-of-Priorities.pdf
  4. Albornoz, 2016.

El género es un conjunto de valores, creencias e ideas sobre los comportamientos y actividades que en una determinada cultura son adecuados para las mujeres y los que son adecuados para los hombres, es decir, su identificación con la femineidad y con la masculinidad.

Las “promesas” que los miembros de un equipo hacen uno al otro sobre su comportamiento.

Consiste en identificar, cuestionar, reflexionar, analizar y tener en cuenta las diferencias y desigualdades entre mujeres y hombres, así como sus diferentes situaciones de partida, necesidades básicas e intereses estratégicos a la hora de diseñar y planificar cualquier actividad, proyecto, programa o política.

Conjunto de sonidos articulados con que el hombre manifiesta lo que piensa o siente (DRAE). Facultad que sirve para establecer comunicación en un entorno social, se le considera como un instrumento del pensamiento para representar, categorizar y comprender la realidad, regular la conducta propia y de alguna manera, influir en los demás.

Significa que se da un trato diferenciado a mujeres y hombres con el fin de compensar el desequilibrio histórico y social que impide a las mujeres participar activamente y de la misma manera que los hombres en el desarrollo de sus sociedades.

Se refiere a las diferencias biológicas entre hombres y mujeres, las cuales vienen dadas por los cromosomas, las gónadas, las hormonas y los órganos sexuales. Es la corporalidad, el funcionamiento y forma del cuerpo. Es algo innato, biológico, que cambia de forma y funcionamiento de acuerdo a la edad.

(En fonología) Destrezas fonológica que consiste en distinguir los distintos “sonidos” o fonemas.

Crecimiento o aumento en el orden físico, intelectual o moral.

Son los pensamientos, sentimientos y comportamientos expresados dentro de un grupo particular, varía dependiendo de la cultura, la persona y la época

Se refiere a la igualdad de derechos, responsabilidades y oportunidades de las mujeres y de los hombres y de las y los jóvenes. Significa que los derechos, las responsabilidades y las oportunidades de los hombres y de las mujeres no deben depender de su sexo.

Dar el apoyo necesario para que una persona o personas con menos oportunidades puedan estar a la par con los demás. Un sistema educativo es equitativo cuando trata a todos los alumnos como iguales, favoreciendo especialmente a los más desfavorecidos, como defiende Rawls, en una redistribución proporcional a las necesidades. Todos los alumnos deben tener garantizado el “currículum básico” indispensable al término de la escolaridad obligatoria, es decir, aquel conjunto de saberes y competencias que posibilitan la participación activa en la vida.

Término introducido por Le Boterf, entendido como los conocimientos, procedimientos y actitudes que es preciso emplear para resolver una situación. Unos son recursos internos, que posee la persona, tales como conocimientos, procedimientos y actitudes

Fase de desarrollo o puesta en práctica de un currículum o programa educativo. Comprende el conjunto de procesos encaminados a adaptar el plan innovador. Puede ser juzgada en función de su “fidelidad” al diseño oficial o, por el contrario, por la adaptación propia que se hace a los contextos específicos.

Capacidad o disposición que ha desarrollado una persona para afrontar y dar solución a problemas de la vida cotidiana y a generar nuevos conocimientos. Es la capacidad para actuar de manera pertinente ante una situación compleja, movilizando de manera integrada los recursos necesarios para resolverla de modo adecuado.Tiene una doble dimensión: a) posesión de un conjunto de recursos o capacidades (cognitivos, de procedimientos y de actitudes), y b) capacidad para movilizarlos en una situación de acción.

Conjunto de experiencias, planificadas o no, que tienen lugar en los centros educativos como posibilidad de aprendizaje del alumnado. Una perspectiva tradicional acentúa el carácter de plan (con elementos como objetivos, contenidos, metodología y evaluación), frente a un enfoque práctico que destaca las experiencias vividas en el proceso educativo.