La magia del bosque de Lemoa
Cuenta la gente que en Chicabracán existe un lugar mágico. Está en medio del bosque. Dicen que está en el camino que va de Chicabracán a Lemoa, en Santa Cruz del Quiché. Cuentan que cuando una persona va sola, le pasan cosas extrañas.
Un día, a las seis de la tarde, don Jorge Lux salió de Chicabracán. Iba a Lemoa para visitar a un familiar. Ya estaba obscureciendo. De pronto, se encontró a un niño jugando a mitad del camino. Don Jorge le preguntó: ¿qué haces aquí a esta hora? ¿Por qué estás solo? El niño le contestó: Lo estaba esperando, don Jorge. Él sintió que se le hinchaba la cara y que el cuerpo le pesaba.
Tenía mucho miedo. De repente se dio cuenta que el niño lo tenía agarrado de la mano y le dijo: Venga, ¡no tenga miedo! Luego, lo llevó a un paredón que tenía una entrada. Parecía una cueva. El niño le pidió que entrara. Esa era la casa del niño. Al entrar don Jorge vio muchas joyas de oro, billetes y monedas.
- El niño le dijo: Llévese todo lo quiera. Solo hay una condición y es que debe pagarme cuando muera.
- ¿Cómo?, le dijo don Jorge.
- El niño le dijo: Sí, don Jorge. Usted me pagará convirtiéndose en un pilar de esta mansión, ¿qué dice? Don Jorge respondió: No, no, no, no. No quiero nada. Estoy bien como estoy.
Después, don Jorge empezó a rezar. Al instante, el niño desapareció. Don Jorge aprovechó para correr, correr y correr. No se detuvo hasta llegar a Lemoa. Ya allá, le contó lo sucedido a sus familiares a quienes iba a visitar. Entonces, le ofrecieron su casa para dormir esa noche. Don Jorge aceptó con mucho gusto.
Al día siguiente, don Jorge se fue, pero acompañado de un amigo. Por eso, la gente que viaja de Chicabracán a Lemoa siempre va acompañada. Además, siempre pasan de día. Nunca van de noche, por si acaso…
Santa Cruz del Quiché, Quiché